Stop Making Sense (SMS)
Google ha cambiado su logo más de cinco veces en veinte años y el “hombre nuevo” cavernario no se ha renovado hace al menos dos siglos: aumenta su productividad, sus máquinas, su estrés, su peso; baja su felicidad, baja su autoestima, busca tiempo donde no lo hay. Duerme, lee, juega mientras va en el metro, se apaga en casa, a veces come.
Nosotros, en cambio, vemos a este “hombre nuevo“ remezclado y revolcado para ser híbrido y multiforme, un desgenerado que ilumina su propio mundo engullendo cantidades industriales de series transmitidas por la red, desaparecidas las antenas, mientras se desplaza al trabajo como hace siglo y medio otros obreros con otras máquinas escucharon o leyeron folletines de Dostoievsky, Dickens o Balzac.
Somos Marie Curie entrenando cuerpo a tierra a sesenta mujeres para operar camiones de rayos X en el campo de batalla. La lente de Diane Arbus buscando incansablemente aquello que está fuera de campo. Violeta Parra exponiendo arpilleras en el Louvre cuando su folclor apenas era conocido lejos de su terruño natal.
De igual modo, otras voces también gritan que se mueren porque no muere lo moderno, lo post y lo post de lo post. Los marcos ya no sostienen sus propias colecciones y en las calles se apuntalan murallas con grandes obras… de otros ámbitos. Mendigos y equilibristas se sustentan y cantan en Youtube, afuera de museos y catedrales: glosadores de nuevas apariencias y formas, quienes a veces recrean y recitan, aunque mejor, aquello que solo se venera en los templos de los ‘sabios’.
Perseguimos la dedicación sobre el punto, la línea, la ausencia y presencia de lo uno y lo diverso, de las palabras y las cosas, del discurso y sus consecuencias; sobre todo, sobre todo, de sus causas y consecuencias.
Es quizá por eso que acechamos el lado oscuro de Steve Jobs, creador de pantallas felices. Rastreamos en Reddit conspiraciones entre la ópera de Percival y los diálogos de Matrix; los descarnados cuentos “de hadas” de los hermanos Grimm y las películas de Miyasaki; los perritos de Koons y los tiburones de Hirst; las parodias de Banksy y las ficciones de Kusama…
Leemos Dublineses medio fumados mientras escuchamos en NatGeo un documental sobre el pensamiento de la televisión de William Foster Wallace (en el History pasaban la historia del Hip-hop al Trap), como Clarice Lispector lee a Hermann Hesse en un colegio de Río de Janeiro. Vemos Los Simpson en nuestra sala, Bojack Horseman y alguno que otro reality de canto y baile.
Nos sumergimos en las profundidades de lo trans humano y género, asumiendo que las barreras de la tecnología son para los insectos hiperespecializados y lo humano, si es que existe, mucho más humano, mucho más híbrido. Porque nada puro puede nacer de aquello que nuca lo fue. Vivimos en una cultura sin culto.
Así, nos proponemos crear espacios virtuales de meditación breve, como un crecimiento espiritual a lo bonsái, una especie de salvación por el arte en cápsulas, evitando la grandilocuencia de dioses muertos y de lo sublime, aunque se hable de nombres rimbombantes como mercado al alza… Stop Making Sense (SMS)