La sangre brotaba en todas direcciones cuando la lluvia de balas regó a los soldados reunidos en el centro de la hacienda Agua Verde, en la secuencia final de The Wild Bunch (1969). Hollywood no estaba preparado para una balacera como esa. El filme requirió de 80 días de rodaje en México, de los cuales 12 fueron necesarios para filmar la secuencia final, bautizada como ‘The Battle of Bloody Porch’ (La batalla del pórtico sangriento).
En el papel, la secuencia muestra el enfrentamiento entre los cuatro integrantes de la pandilla y las fuerzas del General Mapache. Pero en pantalla es cine en estado puro: una mezcla de cámara lenta, velocidad normal, edición rápida, zoom acelerados y movimientos cortados abruptamente. Además, de cada impacto de bala surgían torrentes de sangre. Nadie había visto algo así en el cine. Era catártico y revolucionario. Peckinpah usó la cámara lenta para aumentar el impacto emocional de la secuencia. “El prolongado baño de sangre de ‘The Wild Bunch’ crea una sensación fluida y elástica del tiempo a partir de cortes rápidos, variadas longitudes de la lente y la cámara lenta”, escribió el crítico Michael Frierson en criticalcommons.org.
«La secuencia (…) demanda del espectador una respuesta visceral»
Justo es reconocer que este uso innovador de la cámara lenta para describir la violencia no fue una invención de Sam Peckinpah. En 1967, Bonnie and Clyde usó este recurso de la misma manera en la secuencia de la emboscada final a los protagonistas. Lou Lombardo, el editor de The Wild Bunch, fue quien le propuso usar la cámara lenta a Peckinpah. Un día Lombardo le proyectó el episodio ‘My Mommy Got Lost’ de la serie televisiva The Felony Squad (1967) que él había editado; la escena mostraba al actor Joe Don Baker en cámara lenta cuando recibía un disparo. A Peckinpah le gustó la combinación de cámara lenta con tomas en velocidad normal.
Filmada mayormente en la Hacienda Ciénaga del Carmen, en el desierto entre Torreón y Saltillo, en Coahuila, México, The Wild Bunch nunca fue un western tradicional. Peckinpah filmó la secuencia final con seis cámaras, cada una filmando a una velocidad distintas: 24 cuadros por segundo, 30 cuadros por segundo, 60 cuadros por segundo, 90 cuadros por segundo y 120 cuadros por segundo.
Cuando Lombardo editó todas estas escenas con velocidades diferentes, el concepto del tiempo en la película se hizo elástico. La secuencia no es lógica, pues demanda del espectador una respuesta visceral. No hay manera de procesar lo que ocurre, pues todo es caos y refriega, sonido y furia, a un ritmo que fluye internamente, a una fascinación por la orgía de sangre que sucede en pantalla.
“Vertiendo vino nuevo en la botella del western, Peckinpah explota la botella…”
Es una batalla perdida, pero los cuatro integrantes –Bishop (Holden), Dutch Engstrom (Ernest Borgnine) y los hermanos Lyle (Warren Oates) y Tector Gorch (Ben Johnson)– asumen su destino: ya no hay sitio para ellos en el Oeste. Son, si se quiere, un anacronismo. No hay discursos ni explicaciones. Solo un “Let’s Go” (Vamos) de Bishop y un intercambio de miradas. Al final, la pandilla salvaje ha decidido honrar su código de no dejar a ningún compañero atrás. Ese gesto y la escena en la que la banda se despide del pueblo de Ángel (Jaime Sánchez), al ritmo de la canción ‘La golondrina’, quizás son únicos momentos románticos de la película. El adiós, para Peckinpah, es un gesto de dignidad que, incluso los más fríos asesinos al sur de la frontera, son dignos de merecer.
En total, The Wild Bunch posee 3.642 cortes de tomas, lo que fue un récord para la época. Peckinpah y Lombardo regresaron de México a Los Ángeles con 100 km y medio de película. Warner Bros. presentó la película a los periodistas en un evento en las Bahamas. La reacción fue mixta: hubo quienes la alabaron –Roger Ebert la consideró una obra maestra– y quienes se sintieron perplejos por la violencia. La legendaria crítica de cine Pauline Kael se refirió de esta manera a la película: “Vertiendo vino nuevo en la botella del western, Peckinpah explota la botella…”. El escritor Charles Ramírez Berg calificó la película como un «asalto frontal a las sensibilidades cinematográficas».
The Wild Bunch es la obra maestra de Peckinpah y supuso para su director una fuente constante de críticas, que lo acusaron de glorificar la violencia. Su respuesta recurrente es que el buscaba sensibilizar al espectador ante actos indescriptibles. “Cuando las personas se quejan de la forma en que manejo la violencia, lo que realmente dicen es: ‘Por favor, no me muestren, no quiero saber’«.
Peckinpah en Agua Verde
La lista de directores que fueron influidos por ‘The Wild Bunch’ es ilustre: John Woo, Brian De Palma, Kathryn Bigelow, Quentin Tarantino y Edgar Wright, entre otros. Todos reconocen su deuda con esta película de hombres con pistolas que contemplan el final del Lejano Oeste.
En 1999, el Registro Nacional de Películas de Estados Unidos seleccionó The Wild Bunch para su conservación en la Biblioteca del Congreso de EE.UU.