La nostalgia, cuando se trata del cine y la TV, llega en oleadas. Ahora está de moda evocar los años 80 del siglo pasado, como pueden apreciar quienes han visto la serie Stranger Things o la película It, por citar dos populares ejemplos. Pero, si descendemos en recuerdos a finales de aquellos años 80, descubriremos que entonces la cultura pop albergaba cierta nostalgia por la década de 1950, con retransmisiones de shows como I Love Lucy (1951-1957) y The Honeymooners (1955-1956).
«El éxito de una franquicia reside en la nostalgia»
En cierto sentido, la nostalgia puede ser empaquetada para vendérselas a los espectadores pero lo que no puede ser inducido es la añoranza. Ese sentimiento poderoso –no exento de dolor– debe ser genuino. De allí que el éxito de la serie Mad Men (2007-2015), con su recreación del mundo de las agencias de publicidad de Madison Avenue en los años 60, no pudo ser replicados por shows que copiaban la época y su estilo, como Pan Am (2011), The Playboy Club (2011) y Magic City (2012). Todas fracasaron por la misma razón: la nostalgia solo puede ser televisada cuando pulsa una herida abierta en la sociedad y ofrece una catarsis de ese dolor.
Hayao Miyazaki, el venerado director de cine animado y uno de los fundadores de Studio Ghibli, afirmó en cierta ocasión que si deseabas aumentar tu audiencia, lo mejor era derribar sus expectativas. En otras palabras, Miyazaki sabe que si predicas a los conversos, estás hablándoles a las mismas personas que te buscaron en un principio: tu mensaje no llegará a nuevos oídos.
» The Force Awakens (…) calcaba la estructura del filme original de 1977″
Esta premisa es crucial para entender el desempeño actual de las IP (Intellectual Property) en Hollywood; esto es, el mundo de las franquicias de contenidos. Todos los canales, todos los estudios, todas las plataformas de streaming desean tener su propia IP. Nos referimos a franquicias de alta recordación en la audiencia: Marvel, Star Wars, Game of Thrones, Fast & Furious, The Lord of the Rings, Halo, Pokémon, James Bond, Star Trek…
La lista es larga y, si es transmedia, mucho mejor. Cuando un personaje puede ser protagonista al mismo tiempo de una película, una serie, un cómic, un videojuego, un muñeco Funko o un set de Lego, el IP se convierte en la gallina de los huevos de oro para su propietario.
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Pero aquí es donde el consejo de Miyazaki implica un gran riesgo: el secreto del éxito de una franquicia reside en la nostalgia, en que apele a cierta familiaridad con el espectador. El juego no va de derribar sus expectativas, sino de confirmarlas.
Esa es la razón por la que la nostalgia es un sentimiento que hoy se invoca con tanta frecuencia en el cine, en la TV y en las plataformas de streaming. Un ejemplo claro es Star Wars. Tras adquirir Lucasfilm en 2012, Disney decidió relanzar la saga galáctica en 2015 con la película Star Wars: The Force Awakens.
«Netflix pagó 100 millones de dólares a NBC por poder emitir durante un año más la serie Friends«
El modelo de este Episodio VII calcaba la estructura del filme original de 1977: un villano vestido de negro con máscara, un planeta desértico con una joven ingenua sensible a la Fuerza, ya no está el Imperio pero lo ha suplantado algo muy parecido (la Primera Orden), los rebeldes conducen naves espaciales de ala X, el Millennium Falcon, Han Solo, Leia, Chewbacca. En fin, eran nuevos personajes, planetas inéditos y situaciones distintas… pero todo estaba “bañado” en un aura de familiaridad, todo apelaba a cierta nostalgia por la ‘Star Wars’ de 1977 que tranquilizaba al espectador.
Ese es el truco. En Stranger Things (2016-), por ejemplo, hay referencias recurrentes a las películas de los años 80 dirigidas por Steven Spielberg y John Carpenter. Algunas son alusiones directas, otras parecen homenajes y la mayoría comparten una estética, quizás no vivida por el espectador, pero recuerda una época pretérita con mayores certezas y seguridades.
Así se entiende que, según The Wall Street Journal, el show más visto en Netflix en 2018 fue The Office. Y en abril de 2019, la plataforma pagó 100 millones de dólares a NBC por poder emitir durante un año más la serie Friends. Quizás así se explique cómo todavía se emite ‘El Zorro’ en la TV latinoamericana, más de medio siglo después de su transmisión original. Pueden cambiar las plataformas, pero la nostalgia siempre es la misma.