Don’t Look Up o cómo aprendí a amar el apocalipsis

Un meme hecho película y reflexión, Don’t Look Up actualiza la sátira de Dr. Strangelove a través de un viejo argumento: se acerca el fin del mundo y ante cada posible solución, la estupidez y la soberbia humana dictan su apocalipsis. De la banalización de la tragedia al absurdo nihilista.  

Don’t look up (2021) es una sátira que bebe de obras maestras como Dr. Strangelove (1964) o de graciosos experimentos como Idiocracy (2006), pero a diferencia de las anteriores esta también nos entrega una fábula moralizante que desciende varios niveles desde la risa hasta que alcanzamos a sentir el calor del apocalipsis y, por supuesto, ese memento mori que nos constriñe el corazón, como Melancolía (2011, Von Trier), pero sin poesía. La absurda realidad que nos golpea.

«Dante guardaba también el octavo círculo del infierno para los medios masivos y los algoritmos de las redes sociales (además de uno que otro troll)»

Y descendemos con la inevitable incomodidad de la comedia de equivocaciones viendo a esa humanidad camino a la extinción, para darnos cuenta de que nos miramos en un espejo, mientras nos paseamos como Dante sin Virgilio en el infierno. Así, la risa se transforma en una mueca de terror y nos vemos frente al abismo de la muerte o, peor aún, de la nada, a causa de lo que parece ser una característica propiamente humana: la estupidez.

Dante y Virgilio en el infierno (1822, Delacroix), Pintura de la Divina Comedia de Dante – Infierno, Canto VII

El armagedón también fue privatizado

El mundo será destruido en poco más de seis meses, pero la presidenta Janie Orlean (Streep) celebra el cumpleaños de una de sus secretarias, mientras los científicos encargados de alertar al mundo esperan más de doce horas en un pasillo para tratar la inminente extinción humana, siendo, además, timados con diez dólares por el general del Pentágono que los acompaña.

La codicia del neoliberalismo y la corrupción política van de la mano en esta película. Contando desde el cálculo político de la extinción humana (¿notan el absurdo de esta frase?), hasta el cálculo económico por sobre la propia seguridad, pasando por el nepotismo o el tráfico de influencias, por mencionar lo más evidente dentro de la capa más paródica y clara de la película. Así queda patente en aquella escena donde Peter Isherwell (Rylance), fundador y CEO de la empresa tecnológica Bash, ordena a la presidenta que lo siga (a solas), cuando ella está dirigiendo la operación con la que EEUU salvará (otra vez) a la humanidad de su extinción.

De ahí en adelante, cada decisión política estará a merced de Bash y los destinos de la humanidad en las manos de un megalómano, adicto a la tecnología y con bastante intolerancia a la frustración, quien además guarda un parecido evidente con Tim Cook, Jeff Besos y Elon Musk, en diferentes sentidos.

Esta encarnación de pseudomesías tecnológico convence finalmente al astrónomo Dr. Mindy (DiCaprio) de su plan absurdo para “atrapar” al cometa -que incluye, entre otras cosas, pagar 90 mil millones de dólares a Chile para que el tsunami golpee sus costas-, porque el cometa contiene “oro y diamantes y otras cosas raras” que permitirán salvar al mundo del hambre (¡¿?!) o, más bien, para que los ricos se hagan más ricos.

De la realidad al meme: la banalización de la tragedia

Dante guardaba el octavo círculo del infierno para los hipócritas, malversadores y aduladores, donde hoy caben también los medios masivos y los algoritmos de las redes sociales (además de uno que otro troll). Y es que mientras los medios tratan de agradar a la audiencia, los algoritmos muestran en los feed memes de Piolín con corazones, un gatito maullando envuelto en una manta o un cachorrito montado en una gallina. Todo en respuesta a “tu” estado de ánimo “triste”, como dice Ishewell en la película, cuando presenta el nuevo móvil de Bash.

Me duele el corazón cuando no estás conmigo

Si los medios están al servicio del poder, los algoritmos están al servicio de las tecnológicas, retroalimentándose constantemente: la televisión les entrega una imagen de Dibiasky (Lawrence) alterada porque todos están siendo “graciosos, divertidos y ocurrentes”, cuando ella está intentando decirles que en seis meses todos morirán. Ahí la respuesta de la película se divide entre el machismo de “ella tiene trastorno bipolar (está loca)” y la burla en las redes que transforma su genuina alarma y desesperación en un meme. O, como diría McLuhan, el mensaje desaparece y simplemente queda la reacción de la gente sobre el mensaje original, que es repetida y amplificada por las redes sociales.

El Dr. Mindy, en cambio, no dice demasiado en televisión, solo se dedica a hacer comerciales para la gigante tecnológica y tranquilizar a la gente, generando una buena repercusión medios y redes sociales, hasta que descubre que el proyecto de Bash realmente no tiene respaldo científico. Entonces vuelve a la televisión para anunciarlo, tal como lo hizo Dibiasky, con una explosión de desesperación: todos los científicos en los que residía su esperanza en la misión para atrapar al cometa habían sido despedidos. Esta vez no vemos la conmoción en redes, solo a la periodista acompañándolo en una despedida totalmente banal, intrascendente, como la imagen de un presentador de un programa de entretención barato, puro parecer. La sociedad del espectáculo le llamaría Debord.

El apocalipsis causado por ignorar la ignorancia

El astrónomo creyó en el proyecto de Bash a causa de su sesgo de confirmación, es decir, su mente consciente seleccionó los datos o las interpretaciones de datos que confirmaban lo que él quería creer, aunque la realidad apuntara en sentido opuesto. Misma razón por la que los seguidores de la presidenta se niegan a mirar hacia arriba hasta que el desastre se hace más que evidente. A pesar de esto, nada de lo anterior es desmentido o cuestionado por los medios, porque el mensajero (ahora sí, por favor, maten al mensajero) era un científico apuesto y la presidenta es simpática y sin pelos en la lengua.

“Como una vez observó Alfred North Whitehead, no es ignorancia, sino ignorancia de la ignorancia”

Y casi todos cayeron en el juego de los supuestos trabajos que crearía el cometa, no solo porque los convencieron de una mentira, sino porque también querían creerlo o porque eran demasiado incompetentes para entender la realidad o, más precisamente, la evidencia. “Y recuerda, sin matemáticas”, le advierte el jefe de Defensa Planetaria, Dr. Oglethorpe, al Dr. Mindy antes de presentarse en la TV. También está el caso de Jason Orlean (Hill) rezando por las cosas materiales antes de que despegara la última misión. Un ser humano totalmente alienado.

El efecto Dunning-Krueger es la imposibilidad cognitiva de una persona para reconocer que se equivoca o que no sabe y que, debido a esto, suele sobreestimar sus propias competencias. En palabras de la misma investigación que descubrió el efecto, “como una vez observó Alfred North Whitehead [lógico y filósofo], no es ignorancia, sino ignorancia de la ignorancia”.

Exactamente esto ocurre en la primera reunión en el salón Oval, donde no son capaces de entender claramente lo que les informan, porque no poseen las habilidades cognitivas suficientes para darse cuenta del problema de no darse cuenta. Únicamente entienden de cálculos políticos y económicos, o solo de cálculos económicos o apenas de cómo ser más ricos. De ahí el slogan, “Don’t Look Up”, no miren la evidencia, no son parte del rebaño… y de pronto, cae un cometa y destruye a la humanidad. Así, terraplanistas, antivacunas, conspiranoicos del 5G y un largo etcétera se unen a la sátira de esta película.

Y quizás el problema es que quienes tienen el poder en esta película ni siquiera son realmente malos, porque son demasiado incompetentes para serlo. Son apenas egoístas, megalómanos y extremadamente ignorantes. En palabras de la Dr.(c) Dibiasky: “Ni siquiera son tan listos para ser tan malos como ustedes creen”.

Lo más aterrador es que el efecto Dunning-Krueger no es ficción y, peor aún, ocurre a todo nivel, incluso entre los mismos científicos, tal como el sesgo de confirmación. Puede que por eso mucha gente no entienda la sátira y le parezca una pésima tragedia comparada con películas como Armageddon (1998) o Deep Impact (1998).

Del nihilismo a la fábula moral

Cuando el Dr. Mindy se encuentra por última vez en el show de TV dice: “Si no nos podemos poner de acuerdo, como mínimo, en que el hecho de que un cometa gigante venga hacia la tierra es malo (…) ¡Dios mío! ¿Cómo podemos siquiera hablar entre nosotros?”. Y es que desde un comienzo parecen no ser escuchados ni por la directora de la NASA, ni por la Casa Blanca, ni por los medios de comunicación ni por la gente. Saben la verdad, tienen cómo demostrarla, pero son personajes de tragedia griega como Cassandra, Tiresias o Calcante: pueden ver el futuro con certeza, pero nadie les entiende o los escucha.

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Tiresias (de blanco) en la película Edipo rey (1957) basada en la tragedia griega de Esquilo

Entonces pasa como en las obras de teatro del absurdo, como Esperando a Godot (1952) de Beckett o La cantante calva (1950) de Ionesco, donde la incomprensión y el sinsentido de la vida son los motores; o como en Dr. Strangelove, y ese hermoso final (explicado en otro artículo). En la película todos los personajes viven vidas comunes o anodinas, animales en la naturaleza rodeados de cultura, que se ven desesperados cuando la vida no tiene sentido porque están totalmente vacíos, como los comentarios del presentador, el “currículo vitae” de Brie Evantee (Blanchett), la cabeza de Jason Orlean…

En medio de esta debacle, nadie acepta el destino inexorable de la humanidad y buscan un último refugio metafísico, como los católicos pidiendo la absolución de los pecados en la agonía, rezando ante el descubrimiento de la verdad o cayendo simplemente en pánico. La única entregada al destino es Dibiasky, quien finalmente establece un lazo fuera de la sociedad del espectáculo, en una comunicación abierta y sincera con Yule (Chalamet).

La película cierra, más allá de toda incomunicación, más allá de cualquier reproche o división, con una cena familiar donde la película termina por tomarse en serio a sí misma y a la tragedia de la pérdida de un planeta tan hermoso: “Lo teníamos todo, ¿verdad?”

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