¿Quiénes somos como adultos? ¿Disfrutamos de nuestro trabajo o solo trabajamos para olvidar que trabajamos en nuestro tiempo libre? ¿Ejercitamos nuestro espíritu? Y no hablo de religión sino del disfrute espiritual de la imaginación, la sonrisa, la inocencia, de la vida en general, con sus valles y cimas, de alegría y de tristeza.
Al menos eso creo que emana la obra de Hayao Miyazaki. En sus películas hay un aspecto oscuro y ominoso que en su caso parece esconder no solo una crítica sino también una esperanza. De ahí sus colores, sus personajes limpios y humanos, que apelan a la sencillez de la fábula con moraleja, que atrae a cualquier edad, y con una complejidad que invoca a la experiencia adulta y a la inocencia infantil, que olvidamos al madurar.
“Los dibujos animados comenzaron como entretención para adultos”.
Los dibujos animados comenzaron como entretención para adultos en el cine, con esa pizca de ingenuidad que parece propia de figuras delimitadas por la tinta, los colores “artificiales” y planos; pero pasados algunos años desde su inicio, este juego comenzó a dividirse, eliminando la inocencia en las animaciones para adultos y la complejidad en las infantiles.
Las primeras animaciones para cine aparecieron de la mano de Winsor McCay con Little Nemo (1911, color) y Gertie the Dinosaur (1914), y desde ahí se fueron abriendo camino diferentes nombres en la producción, invención de técnicas y animación.
Casi una década después, las animaciones de Max Fletscher, con un tono más sexual y provocador (Betty Boop, Popeye) -dirigidas a un público adulto- y las de Walt Disney, inspiradas fábulas moralizantes y cuentos tradicionales -dirigidas a la familia- provocaron la gran escisión del mundo de la animación, junto a las leyes de censura y la guerra.
Así, al inicio de la década de los treinta el mundo presenció la consolidación de la animación en los lugares donde se producía cine, pero sobre todo en Japón, China –con una profundidad pocas veces vista-, Inglaterra y Rusia, que hasta antes de la Segunda Guerra había alcanzado a la producción animada de los países más avanzados en animación, ya que había sido influenciada en buena parte por los estudios estadounidenses.
Entonces, fuimos convencidos de la infantilidad de la animación a punta de largometrajes Disney y la rápida expansión de sus cortos en televisión, medio que redujo las caricaturas que habían nacido para el cine a un formato de sábado por la mañana, que se dulcificó con publicidad de cereales y juguetes. Con todo, ahí fue donde nacieron los ácidos y oscuros primeros episodios de Looney Tunes –con Chuck Jones y Tex Avery a la cabeza-, y propició la aparición de la productora Hanna-Barbera, que evolucionó desde cortos animados de historias sencillas y moralizantes en los cuarenta, hasta las primeras sitcoms en horario prime: Los Picapiedra y Los Supersónicos, precursoras de Los Simpsons, y que junto a la productora decayeron en las décadas posteriores.
“La animación es una estética que permite resaltar de manera más rica ciertos sentimientos”
Quizás por eso en nuestro imaginario colectivo los dibujos animados aún se mantienen frescas aquellas críticas que hablaban de la falta de profundidad y complejidad de aquellos productos culturales. Así entre la década de los 60 y los 80, muchas animaciones, sobre todo estadounidenses, se dedicaron a delinear el mundo como una gran caricatura, asumiendo que la niñez poseía una especie de estupidez propia (los Teletubbies puede ser un ejemplo extemporáneo de esto), cuando en realidad la infancia y la juventud solo carece de la experiencia del mundo (Mafalda, es un precioso ejemplo).
Anime y Adult Swim
En Japón existe la creencia de que los niños son regalos de los dioses hasta los siete años, cuando pierden su carácter divino. En occidente nos han enseñado que la niñez se pierde primero con la pubertad, un rito oscuro y secreto del que se suele hablar en términos biológicos, y luego con la mayoría de edad legal, donde nos convertimos de la noche a la mañana en adultos.
Y puede que el animé, la animación japonesa, haya desarrollado series y largometrajes basados en parte en la creencia de que desde los ocho años somos seres humanos inexpertos, pero capaces entender reflexiones y miradas complejas, y que aunque no seamos capaces de asimilarlas completamente, las podemos intuir.
Series como Dagon Ball, donde maldad no es absoluta sino relativa, podrían ilustrar la idea anterior; o Doraemon, que rescata el valor de la imaginación por sobre la amargura; Detective Conan, que justamente trata de un adulto convertido en niño; Nichijou, que apela al valor de la inocencia. Y por supuesto, casi cualquier producción del Estudio Ghibli.
Al otro lado del pacífico, durante los noventa, tanto Nickelodeon como Cartoon Network, se dedicaron a reinventar y rescatar el mundo de las series animadas norteamericanas con un contenido potente en animación dirigida a un público más infantil. Series como Ren & Stimpy, Rugrats, ¡Oye, Arnold!, Bob Esponja, El laboratorio de Dexter, Samurai Jack, cambian el panorama animado y alcanza, al parecer, su punto más alto al día de hoy con Hora de aventuras y Avatar: la leyenda de Aang.
Con todo, durante este último siglo desde que nacieron las animaciones, se han creado dibujos animados exclusivamente para adultos, como el género japonés erótico Hetai, junto a excelentes largometrajes como Perfect Blue, Paprika, Akira, Ghost in the Shell, Metrópolis de Rintaro, 5 centímetros por segundo, o películas conceptuales como Robot Carnival o Memories; o las series para adolescentes y adultos Evangelion, Elfen Lied, Cowboy Bebop, Paranoia Agent, Monster, Death Note o Gantz, por mencionar muy pocos.
Fuera de Japón, sin embargo, hace poco más de veinte años toman esta senda de animación “adulta” –más satírica– producciones de MTV como Beavis and Butthead, Aeon Flux o The Maxx; o, siguiendo la línea marcada por Los Simpsons, Padre de Familia y Futurama.
Por otro lado, Comedy Central produjo comedias animadas satíricas con desnudos parciales, lenguaje y temas adultos como South Park o La casa de los dibujos, jugando con estereotipos infantiles y de la cultura popular en un absurdo «reality». Sin embargo, Cartoon Network es quien nos ha llevado a lo profundo de la imaginación, el absurdo, el humor (negro) y la inocencia, evolucionando desde programas como Late Night, Black and White, que rescataba y programaba caricaturas clásicas, hasta el contemporáneo Adult Swim, con series destacadas como Aqua Teen Hunger Force o Rick and Morty, o Netflix con BoJack Horseman.
La animación, en cualquiera de sus vertientes, es una estética que permite resaltar de manera más rica ciertos sentimientos, sensaciones y visiones de la realidad. Una herramienta que evita la pérdida total de nuestra inocencia, pero que a la vez sirve como herramienta para escarbar exponer y criticar los aspectos más oscuros de nuestra sociedad.
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